lunes, 13 de diciembre de 2010

Bajando a la Tierra

Maravillosa infancia y bendita ingenuidad! Ni idea de lo que se avecina. Vivimos en Plutón. Las preocupaciones más importantes son jugar, comer y dormir. La expresión de sentimientos y comportamientos es libre, nuestro ello manda.
Luego ya la cosa se complica, pero se puede ir sobreviviendo. Ya vivimos en Neptuno. No hagas eso, no toques ahí, estás castigad@, no, no, no. Ya se dan más situaciones de estrés, “ese tiene mi juguete”, “quien es este intruso que acapara a mis padres”, “quiero el barco pirata de Playmobil”.
En Urano llegan flashes de reflexión. Tratamos de encajar piezas en nuestra cabeza y a hacernos una composición de lo que es el mundo y la vida en general ¿esto cómo va, cómo funciona?. Empezamos a ametrallar al entorno con preguntas ¿por qués?, a lo que a veces pillamos a los adultos en Plutón, ¡y vaya con algunas contestaciones…! O nos dejan más confundidos de lo que estamos o cuando lo exponemos a otros haciéndonos los resabidillos (porque nos hemos documentado) se ríen de nosotros. Nuestras caras deben ser, cuanto menos, interesantes.
Después, en la pre-adolescencia, nos trasladamos a Saturno. Los amigos empiezan a cobrar importancia. Ya empezamos a centrar la atención en lo que pasa a nuestro alrededor. ¡No podemos quedarnos atrás! ¡Jamás! ¡Tenemos que tratar de estar a la última en todo! (según el sexo o el grupo al que perteneces) La clase del colegio parece una selva, donde se meriendan cada día al más débil (¡y tú no puedes serlo!). Si además eres el típico pre-adolescente rechoncho, con gafas horteras y aparato…. tienes que tirar mucho de ingenio para que no te merienden, y eso estresa. En Saturno, empezamos a darnos cuenta de que podemos tener ideas propias y que a lo mejor difieren de las de los adultos, que hasta entonces los veíamos como claramente superiores. Empiezan a tener importancia el sexo opuesto (o el mismo) y de ahí los complejos, la vergüenza y los primeros cortes.
Casi sin darnos cuenta aparecemos en el gran Júpiter. Qué decir de nuestra estancia aquí. Vivimos en la ambivalencia, entre el yin y el yang, entre el blanco y el negro, entre el sí y el no. Aunque dentro de nuestra propia intimidad seamos un mar de dudas. De aquí sale lo mejor de nosotros mismos pero también lo peor. Somos capaces de aquello que siempre dijimos que nunca haríamos (como fumar) e incluso de lo que jamás pensamos que podríamos llegar a hacer (permitidme que no lo ejemplifique). Nuestras verdades son absolutas, nuestros amigos incuestionables, nuestra familia intolerable, nuestros complejos irracionales, nuestros valores incoherentes y nuestro cuerpo y nuestra mente inconciliables. La curiosidad que aquí experimentamos nos lleva a rozar y sobrepasar los propios límites. Esta onda expansiva que nace de nosotros afecta por supuesto al resto de sistemas que nos rodean. Y es aquí, justo aquí donde tenemos que tomar decisiones que probablemente condicionen el resto de nuestra vida. Hay gente que dice no haber pasado por Júpiter o haber pasado de una manera más fugaz, no os confiéis, este cuestionamiento sumido en el caos llega siempre, y a veces varias veces en nuestra vida. Lo importante y verdaderamente gratificantes sucede en el como y cuando salimos de el.
¡Por fin llegamos a Marte! Seguimos nuestros estudios, a veces fuera de casa con lo que eso conlleva. Nos encontramos estudiando (algunos también trabajando). Nuestros mayores picos de estrés son: la pareja (porque la tengo o porque no la tengo), los amigos y la época de exámenes. Por lo demás, la vida fluye y nosotros con ella.
¿Cuándo llegamos a la Tierra?.  No sabría explicarlo muy bien. Es ese momento en que te das cuenta de que formas parte del mundo de los adultos. Te has convertido en esa persona que todavía quedaba muy muy pero muy lejos cuando tenías 12 años. A veces es incluso una bofetada de la vida. Te incorporas en el mundo laboral, entre adultos claro, y ese esquema mental de que los adultos son personas coherentes, con ideas y comportamientos racionales, se va sin más por la borda. Es como estar viviendo en Saturno pero con adultos, sólo cambia el contexto. Por momentos experimentas la sensación de estar sólo ante el peligro, responsabilidades personales, laborales, familiares, sociales y legales, casi es mejor no pensar en el peso que soportamos con mucho detenimiento porque corremos el riesgo de derrumbarnos. Muchas cosas a las que dabas cierta credibilidad resultan ser un fraude. Aún así, llegar a la Tierra, tiene también muchas cosas positivas y novedosas. Las  personas aquí pueden ser también tremendamente generosas y excepcionales, hay un nuevo redescubrimiento acerca de nosotros mismos, y lo más grande está en lo más pequeño. Probablemente todavía me queden por descubrir muchas cosas de este plantea. Además aquí tenemos la ventaja de que cuando necesitamos desconectar de todo esto, podemos estar un tiempo en la luna.
Hasta aquí puedo contar. Me queda descubrir Venus y Mercurio, pero por el momento me voy a pasar una buena temporada en la Tierra, porque como quien dice, acabo de llegar.

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