miércoles, 29 de diciembre de 2010

Cuando menos es más

Se cierra el 2010.
Un año complicado de definir donde hemos vivido de todo un poco y mucho de bastante.
Nos toca trabajar más por menos dinero. Es obvio. Aunque duela. En muchos casos, toca poner la mejor cara de nuestro repertorio y consolarnos pensando que por lo menos tenemos trabajo (los que lo tenemos). Las matemáticas mandan: Más por menos = menos.
Los que han pasado o están pasando por la experiencia del paro, poco que decir. No es para contar, es para vivir.  Sabemos que no hay mejor cura de humildad, de reflexión, de conocimiento y de valoración (de lo material e inmaterial) como cuando se está en el paro. Por supuesto no es agradable, pero sí tremendamente enriquecedor, quitando situaciones extremas donde entran en juego necesidades básicas. Aquí nos encontramos con más ganas de trabajar que nunca y menos puestos de trabajo.
La sociedad también se ha convertido en una sociedad “más por menos”. Se supone que los precios se ajustan a nuestro bolsillo, por lo que podemos comprar más cosas por menos dinero, pero el resultado sigue siendo menos (menos sabor, menos calidad, menor duración). Por no hablar de toda la estrategia que han montado las grandes superficies para hacernos creer que realmente ahorramos una barbaridad de dinero comprando en sus establecimientos.
Nos facilitan que compremos un coche o tengamos hijos.
La coherencia está el polo opuesto. Cuanto más asfixiados nos encontramos, toca ser solidario y ceder ante medidas impuestas (bajada de sueldo, pérdida de empleo, subida de luz, retraso de la jubilación, en fin, que nos vamos a contar) con el fin de evitar que el Titanic se hunda. Más por menos = menos.
Más canales de televisión por menos calidad.
Más información por menos veracidad.
Más avances tecnológicos por menor crecimiento.
 Pero como siempre, y menos mal, no hay regla sin excepciones: + x - = +
Afortunadamente parece que hemos salido del shock inicial que esta crisis nos ha provocado y donde antes nos sentíamos indefensos e incrédulos ahora nos seguimos sintiendo indefensos pero vamos asumiendo lo que hay. Somos conscientes que la palabra indefinido no hace que el trabajo sea fijo y mientras seguimos modificando nuestros esquemas mentales, vamos caminando, buscando alternativas y nuevos recursos, vamos desplegando alas. Cuando esto pasa, empezamos a descubrir cualidades que no creíamos tener o en su defecto, teníamos olvidadas. Este kid de supervivencia personal nos permite llegar, sin duda, hasta donde nosotros queramos.
Precisamente en este punto, cuando somos capaces de aceptar la amenaza y convertirla en una oportunidad, generamos excepciones matmáticas.
De esto se trata. ¿Existe una fórmula general para todos? No. Existen tantas fórmulas como personas en el mundo. Por eso, os deseo que para el 2011, seamos capaces de encontrar dentro de nuestros valores, nuestros gustos, nuestra pasión y  nuestros objetivos profesionales y personales, la fórmula que convierta el menos en más.
Feliz año a todos!

jueves, 23 de diciembre de 2010

Afrontando la vida


Mujer atípica y totalmente inadaptada para tu tiempo. Mi alma gemela. En ti veía relejados mis defectos pero también mis virtudes. Luchadora, guerrera, cabezona, testaruda. Ingenua, teatrera, protectora, afectuosa. Gran capacidad para perdonar. Me has servido de espejo a lo largo de toda mi vida aunque lo entendí hace relativamente poco. Tu profecía, por supuesto, el amor. Fiel hasta la muerte a tus valores y a tu verdad ignorando convencionalismos sociales. Los demás se preguntaban ¿pero a quien se parece?. Tremendamente inteligente, capaz de dejar a cualquiera boquiabierto, aunque no te dieran la oportunidad de aprender a leer. Este año he tenido que ver como te apagabas, aún en contra de tu voluntad y por supuesto de la mía. Como no, elegiste el día, no podías ser menos, aunque esperaste por la persona que más habías amado en el mundo. Tu segundo gran amor, ausente toda tu vida, muy presente en tu despedida. Hipocresías de la vida de las que ya estabas bastante curtida. Capaz de hacer tambalear mis creencia y encajarlas de tal manera que pueda volver a verte. Mañana será un reto más y aunque nunca te olvide, estoy aprendiendo a vivir sin ti con tu legado.
Gracias por tantos momentos de locura, de cariño y de enseñanza.
Te adoro

lunes, 13 de diciembre de 2010

Bajando a la Tierra

Maravillosa infancia y bendita ingenuidad! Ni idea de lo que se avecina. Vivimos en Plutón. Las preocupaciones más importantes son jugar, comer y dormir. La expresión de sentimientos y comportamientos es libre, nuestro ello manda.
Luego ya la cosa se complica, pero se puede ir sobreviviendo. Ya vivimos en Neptuno. No hagas eso, no toques ahí, estás castigad@, no, no, no. Ya se dan más situaciones de estrés, “ese tiene mi juguete”, “quien es este intruso que acapara a mis padres”, “quiero el barco pirata de Playmobil”.
En Urano llegan flashes de reflexión. Tratamos de encajar piezas en nuestra cabeza y a hacernos una composición de lo que es el mundo y la vida en general ¿esto cómo va, cómo funciona?. Empezamos a ametrallar al entorno con preguntas ¿por qués?, a lo que a veces pillamos a los adultos en Plutón, ¡y vaya con algunas contestaciones…! O nos dejan más confundidos de lo que estamos o cuando lo exponemos a otros haciéndonos los resabidillos (porque nos hemos documentado) se ríen de nosotros. Nuestras caras deben ser, cuanto menos, interesantes.
Después, en la pre-adolescencia, nos trasladamos a Saturno. Los amigos empiezan a cobrar importancia. Ya empezamos a centrar la atención en lo que pasa a nuestro alrededor. ¡No podemos quedarnos atrás! ¡Jamás! ¡Tenemos que tratar de estar a la última en todo! (según el sexo o el grupo al que perteneces) La clase del colegio parece una selva, donde se meriendan cada día al más débil (¡y tú no puedes serlo!). Si además eres el típico pre-adolescente rechoncho, con gafas horteras y aparato…. tienes que tirar mucho de ingenio para que no te merienden, y eso estresa. En Saturno, empezamos a darnos cuenta de que podemos tener ideas propias y que a lo mejor difieren de las de los adultos, que hasta entonces los veíamos como claramente superiores. Empiezan a tener importancia el sexo opuesto (o el mismo) y de ahí los complejos, la vergüenza y los primeros cortes.
Casi sin darnos cuenta aparecemos en el gran Júpiter. Qué decir de nuestra estancia aquí. Vivimos en la ambivalencia, entre el yin y el yang, entre el blanco y el negro, entre el sí y el no. Aunque dentro de nuestra propia intimidad seamos un mar de dudas. De aquí sale lo mejor de nosotros mismos pero también lo peor. Somos capaces de aquello que siempre dijimos que nunca haríamos (como fumar) e incluso de lo que jamás pensamos que podríamos llegar a hacer (permitidme que no lo ejemplifique). Nuestras verdades son absolutas, nuestros amigos incuestionables, nuestra familia intolerable, nuestros complejos irracionales, nuestros valores incoherentes y nuestro cuerpo y nuestra mente inconciliables. La curiosidad que aquí experimentamos nos lleva a rozar y sobrepasar los propios límites. Esta onda expansiva que nace de nosotros afecta por supuesto al resto de sistemas que nos rodean. Y es aquí, justo aquí donde tenemos que tomar decisiones que probablemente condicionen el resto de nuestra vida. Hay gente que dice no haber pasado por Júpiter o haber pasado de una manera más fugaz, no os confiéis, este cuestionamiento sumido en el caos llega siempre, y a veces varias veces en nuestra vida. Lo importante y verdaderamente gratificantes sucede en el como y cuando salimos de el.
¡Por fin llegamos a Marte! Seguimos nuestros estudios, a veces fuera de casa con lo que eso conlleva. Nos encontramos estudiando (algunos también trabajando). Nuestros mayores picos de estrés son: la pareja (porque la tengo o porque no la tengo), los amigos y la época de exámenes. Por lo demás, la vida fluye y nosotros con ella.
¿Cuándo llegamos a la Tierra?.  No sabría explicarlo muy bien. Es ese momento en que te das cuenta de que formas parte del mundo de los adultos. Te has convertido en esa persona que todavía quedaba muy muy pero muy lejos cuando tenías 12 años. A veces es incluso una bofetada de la vida. Te incorporas en el mundo laboral, entre adultos claro, y ese esquema mental de que los adultos son personas coherentes, con ideas y comportamientos racionales, se va sin más por la borda. Es como estar viviendo en Saturno pero con adultos, sólo cambia el contexto. Por momentos experimentas la sensación de estar sólo ante el peligro, responsabilidades personales, laborales, familiares, sociales y legales, casi es mejor no pensar en el peso que soportamos con mucho detenimiento porque corremos el riesgo de derrumbarnos. Muchas cosas a las que dabas cierta credibilidad resultan ser un fraude. Aún así, llegar a la Tierra, tiene también muchas cosas positivas y novedosas. Las  personas aquí pueden ser también tremendamente generosas y excepcionales, hay un nuevo redescubrimiento acerca de nosotros mismos, y lo más grande está en lo más pequeño. Probablemente todavía me queden por descubrir muchas cosas de este plantea. Además aquí tenemos la ventaja de que cuando necesitamos desconectar de todo esto, podemos estar un tiempo en la luna.
Hasta aquí puedo contar. Me queda descubrir Venus y Mercurio, pero por el momento me voy a pasar una buena temporada en la Tierra, porque como quien dice, acabo de llegar.

martes, 23 de noviembre de 2010

Tened el honor de conocer a: El hombre más feliz del mundo

Hoy, después de un día sin desperdicio, me encuentro por la calle con el hombre más feliz del mundo. Hoy se alegraba especialmente de verme y me preguntó si tenía prisa, y aunque quería llegar a casa cuanto antes, por cortesía social inculcada dije que no.
Volvemos a lo mismo, a nuestra guerra particular, o incluso la mía propia. Soy el hombre más feliz del mundo, me dice.
Mi respuesta (irónica): Ya. Le pido que me hable de su secreto o del motivo de su felicidad, como siempre. Tiene todo lo que necesita, una familia que le quiere y con la que puede contar (aunque no la vea mucho), un sueldo bastante más elevado que el mío, dos trabajos que le encantan, flexibilidad laboral, muchos amigos, amigas, hijos, valores, sus mascotas, un techo, se siente sin ataduras, dueño de si mismo, se siente libre.
No podemos ser felices todo el tiempo. Razono todo tipo de respuestas con él y en una vena psicológica le hablo de mecanismos de defensa, de emociones y sentimientos descubiertos y encubiertos, entre otras cosas. Le comparo  la vida con una de montaña rusa, a veces estamos arriba, otras abajo, vamos de lado o incluso del revés. No vamos siempre hacia arriba. ¡Qué le voy a contar yo que no haya vivido!
Insiste, soy el hombre más feliz del mundo.
Como siempre que hablamos me voy con una coctelera de sentimientos para casa. El hombre más feliz del mundo vive en la calle. Se dedica a pedir todo el día en la puerta de un establecimiento. Da igual que lleva o haga sol, es fiel a su trabajo. Por la noche sigue trabajando cuidando de un señor mayor por lo que temporalmente tiene donde dormir (pero no le preocupa especialmente), su familia no la ve, ni le felicitan las navidades ni un cumpleaños pero insiste en que si los necesita puede contar con ellos, sus amigos/as son todos los que le ofrecen hospitalidad, sus hijos y mascotas son los nuestros, sus valores son su orgullo y lo que un día fueron las ataduras de vivir integrado o adaptado socialmente casi le cuestan la vida, sin embargo en la calle renace cada día.
Algo tendrá que ver con el talento cuando es capaz de capturar todo lo positivo que le rodea en la vida, transmitir ilusión y optimismo (hoy llevaba un gorro de navidad como todos los años en estas fechas), buscar un modo de subsistencia teniendo por lema no hacer daño ni robar, compartir lo que tiene y lo que sabe. Algo tendrá que ver con talento cuando es capaz de quedarse sólo con lo maravilloso de las personas y de la sociedad en que vivimos.
 El mundo del revés. Lo más curioso de todo es que teniendo los medios para cambiar de vida y conociendo las dos realidades (riqueza-pobreza), prefiere quedarse sin dudarlo donde está.

domingo, 14 de noviembre de 2010

El trabajo ¿Tiene sentido?

Muchas veces nos preguntamos si el trabajo tiene un sentido en la persona. Hay gente que afirma que podría vivir sin trabajar (siempre y cuando tuvieran dinero, claro), mientras que hay otros que defienden que trabajar va más allá de ganar dinero.
 
Pongámonos a pensar! ¿Qué nos aporta el trabajo? Por supuesto dinero, y con ello poder permitirnos poseer o adquirir cosas, además de autonomía e independencia (aunque con el mil eurismo, esto no está totalmente garantizado), un orden y estructura, un sentido de pertenencia a “algo”. Estas son cosas muy valoradas en nuestra sociedad, aunque pensándolo mejor, todo esto ¿no podríamos conseguirlo solamente con la primera, el dinero? Es decir, con dinero puedo independizarme, organizar mi vida (por la mañana gimnasio y sesión de belleza, por la tarde clase de pintura), además puedo sentir que pertenezco a mi club de ajedrez.
 
Volvemos al punto de partida. Entonces ¿trabajar no tiene un sentido real? Si vamos a la parte más humana de la persona llegamos a la auto-realización, esa palabra infinita. Eso que está ahí, que llegado un momento de nuestra vida, cuando nuestras necesidades primarias se ven cubiertas, necesitamos alcanzar y nunca terminamos de lograrlo. ¿Puede el trabajo ayudarnos en este sentido?
 
Volvamos a pensar que nos aporta el trabajo en esa parte más personal y humana. Nos enseña a escuchar (o bien, nos obliga a callarnos en algunos momentos), a negociar, dialogar, ceder, a que no podamos llevar siempre la razón (aunque a veces la tengamos), a gestionar nuestra rabia (en general a controlar y dominar nuestros sentimientos), nos obliga a aprender a decir las cosas de otra manera (y no como dictan las entrañas), nos llena de responsabilidad y tenemos que aprender a trabajar tanto solos como coordinarnos con un equipo.
 
Por otro lado, en otros momentos llegamos a experimentar lo que es sentirnos “capaces de”, sentir como nos superamos  y evolucionamos (sobre todo si miramos atrás), o valorar (o que incluso nos valoren) nuestros méritos “de eso has sido capaz tú”, escuchar un “felicidades” o “enhorabuena”, levantarnos ante las dificultades y llegar a saber que si quiero, puedo. Esto influye en nuestra autoestima y va moldeando la percepción que tenemos de nosotros mismos. En estos momentos de éxito laboral es cuando utilizamos el dinero para salir a cenar y celebrarlo con nuestra familia y amigos.
 
Pues bien, llegar a desarrollar esas capacidades, encontrar el equilibrio entre los buenos y los malos momentos laborales, aprender de lo “negativo” y saborear lo “positivo” es todo un aprendizaje de la vida. Este aprendizaje se va incorporando a nuestra personalidad y va formando parte de nosotros dando forma a nuestra madurez. Con ello no quiero decir que sólo nos formamos como personas a través del trabajo, ¿pero ayuda?